Generación Y es un Blog inspirado en gente como yo, con
nombres que comienzan o contienen una "i griega". Nacidos en la Cuba de los años 70s y los
80s, marcados por las escuelas al campo, los muñequitos rusos, las salidas
ilegales y la
frustración. Así que invito especialmente a Yanisleidi,
Yoandri, Yusimí, Yuniesky y otros que arrastran sus "i griegas" a que
me lean y me escriban.
Quizás ustedes no lo saben –porque no todo se cuenta en
un blog- pero el primer acto de repudio que vi en mi vida fue cuando sólo tenía
cinco años. El revuelo en
el solar llamó la atención de las dos niñas que éramos mi hermana y yo. Nos
asomamos a la reja del estrecho pasillo para mirar hacia el piso de abajo. La
gente gritaba y levantaba el puño alrededor de la puerta de una vecina.
Con tan poca edad no tenía la menor idea de qué pasaba. Es más, ahora cuando rememoro lo
ocurrido apenas tengo el recuerdo del frío de la baranda entre mis dedos y un
destello muy breve de los que vociferaban. Años después pude armar aquel
calidoscopio de evocaciones infantiles y supe que había sido testigo de la
violencia desatada contra quienes querían emigrar por el puerto del Mariel.
Pues bien,
desde aquel entonces he vivido de cerca varios actos de repudio. Ya sea como
víctima, observadora o periodista… nunca –vale la pena aclararlo- como
victimaria. Recuerdo uno especialmente violento que experimenté junto a las
Damas de Blanco, donde las hordas de la intolerancia nos escupieron, empujaron
y hasta halaron los pelos. Pero lo de anoche, fue inédito para mi. El piquete
de extremistas que impidió la proyección del filme de Dado Galvao en Feria de
Santana, era algo más que una suma de adeptos incondicionales al gobierno cubano.
Todos tenían, por ejemplo, el mismo documento -impreso en colores- con una
sarta de mentiras sobre mi persona, tan maniqueas como fáciles de rebatir en
una simple conversación. Repetían un guión idéntico y manido, sin tener la
menor intención de escuchar la réplica que yo pudiera darles. Gritaban,
interrumpían, en un momento se pusieron violentos y de vez en cuando lanzaban
un coro de consignas de esas que ya no se dicen ni en Cuba.
Sin embargo,
con la ayuda del Senador Eduardo Suplicy y la calma ante las adversidades que
me caracteriza, logramos comenzar a hablar. Resumen: sólo sabían chillar y
repetir las mismas frases, como autómatas programados. ¡Así que la reunión fue
de lo más interesante! Ellos tenían las venas del cuello hinchadas, yo esbozaba
una sonrisa. Ellos me hacían ataques personales, yo llevaba la discusión al
plano de Cuba que siempre será más importante que esta humilde servidora. Ellos
querían lincharme, yo conversar. Ellos respondían a órdenes, yo soy un alma
libre. Al final de la noche me sentía como después de una batalla contra los
demonios del mismo extremismo que atizó los actos de repudio de aquel año
ochenta en Cuba. La diferencia es que esta vez yo conocía el mecanismo que
fomenta estas actitudes, yo podía ver el largo brazo que los mueve desde la
Plaza de la Revolución en La Habana.
"Eles queriam me linchar, eu conversar. Eles respondiam a ordens, eu sou uma alma livre”, publicou Yoani Sánchez.
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